sábado, 13 de mayo de 2017

hemoroteca 

Ver para crer. En 1997 dabamos cunha historia tan real como emotiva: a dun veciño da comarca saliniese que coas súas propias mans construía un avión na súa casa de Ribadumia. Publicabámola en FARO DE VIGO o 9 de febreiro de 1997. E damos fe que, uns anos despois, surcaba o ceo con ese aeroplano. Vinte anos desta historia é unha boa efemérime para rescatala a traela hoxe ao noso particular Ventanuco.
Fotos: José Luiz Oubiña

UN VECINO DE RIBADUMIA CONSTRUYE UN AVIÓN EN SU CASA


José Carlos Martínez trabajando en su avión

“Voar é unha sensación agradable, que me produce pracer, porque chega un momento en que o avión convértese nunha extensión do meu propio corpo no aire, un aire que é como a estrada, non hai dous días que estea igual”.  Para José Carlos Martínez Barreiro volar ha sido desde chaval su verdadera pasión.
Este joven nació hace 31 años en el concello arousano de Ribadumia, donde sigue residiendo actualmente en casa de sus padres, Desde las navidades del 94 José Carlos trabaja en lo que  es su gran proyecto: construir con sus propias manos un avión con el que poder volar, algo que semeja tener visos de fantasía y que parece trasladarnos hasta los mismos límites de la realidad.
José Carlos es una persona discreta que procura eludir los protagonismos.  Lo pudimos descubrir en su propia casa, una vivienda que, según reza en la piedra de su fachada, “hízola Blas de Pazos año de 1714”. Nos recibe con cierta tiimidez, pero empieza a soltarse cuando nos introduce en su taller y empezamos a departir sobre lo que es su particular mundo,  el de la aviación. La pasión por volar le surge a nuestro protagonista con apenas 18 años, siendo un estudiante de COU en el instituto de Cambados. “Foi daquela cando caíu nas miñas mans un libro desos de iniciación ó aeromodelismo -recuerda- ; empecei a curiosear nel y rematei construindo as miñas primeiras maquetas, como tanta xente”.

Quería ser piloto
José Carlos Martínez muestra una maqueta de su Jodel D-92
Pronto le asaltó la idea de convertirse en piloto, y ese mismo año, al finalizar los estudios de C.O.U. se presentó a los exámenes de la Academia General del Aire. Aunque superó con holgura las prubas teóricas y los reconocimientos médicos, no pudo hacer lo mismo con las pruebas físicas donde la natación le cerró el acceso. “Aquel día atopeime mal na auga -señala-. Tiñamos que percorrer 50 metros en 1,01 e eu fíxeno en 1,12. Saín fatal da piscina, e coido que ata vomitei algo”. Admite que ello le supuso un golpe en sus aspiraciones “pero o xusto, o que se pode levar nunha oposición onde para 45 prazas se presentan 3.000 tíos”.
Mas su propósito no quedó ahí. No pudiendo acceder a la Academia del Aire optó por aprender a volar en ultraligeros y con 20 años hace sus primeros pinitos en el desaparecido aeródromo de A Lanzada, logrando conseguir su carnet para esta modalidad. Fue precisamente en esos años cuando comenzó a soñar con la posibilidad de construir este avión.
“A idea de face-lo meu propio avión na casa é algo que non xurde de repente, senón que aparece pouco a pouco, cando ves a alguén cun aparato que voa alá arriba e logo ao baixar resulta que che conta que o fixo el mesmo” “Tamén coñecía desos casos en revistas e libros especializados. Lembro que cando lía que fulanito de tal fixera un avión el mesmo, que lle levara cinco anos, 4.000 horas de traballo e non sei que máis, eu quedaba alucinado. E logo vías que non era un profesional senon que era un simple aficionado. Eu non mo acababa de crer”.
Por aquella época José Carlos mantiene contacto con una asociación de reciente creación en España que agrupaba a constructores  aficionados de aviones. A través de ella consigue la dirección de una empresa en Francia para adquirir unos planos.  Al poco tiempo le llegaran por correo tras abonar 350 francos por su compra -unas 7.000 pesetas por esos años-. Los planos solicitados pertenecían a un modelo Jodel D-92, un avión diseñado en 1948, muy reconocido en Francia y en el resto de Europa y sobre el que José Carlos tenía ya poseía suficiente información. Era el año 87.
Admite que no los comprara con la intención de construir el aparato, “eu mercáraos para acabarme de crer o que era aquelo, se se podía ou non facer na casa como tiña lido. Ademais daquela non tiña posibilidades reais para construilo. Non se  me pasaba nin pola testa”.  Pero con el tiempo comienza a estudiarlos en profundidad y en el verano del 93, sin tener nada todavía decidido, visita Francia “porque este país é un mundo aparte no tema da aviación”. Allí acude a una reunión donde constructores aficionados de toda Europa mostraban los modelos creados por ellos mismos. “Non me bastaba con lelo nas revistas e nos libros, tiña que ver cos meus ollos a un desos tíos, con dúas mans e dous pes, baixar dun avión feito por él para acabar de crerme que aquelo era posible”.
En el verano de 1994 nuestro protagonista  vuelve a Francia “xa co bichiño no corpo” y entra en contacto con una asociación a nivel europeo de constructores aficionados, la “Reseau de  l´Sport de  l´Aire” (R.S.A.), una entidad que ofrece cursos orientación y asesoramiento a constructores aficionados. José Carlos empieza a creerse entonces que su sueño era posible. 

Un hangar en casa     
Con el ala traseta del avión en el hangar de su casa
Así en las navidades de ese mismo año decide dar el paso. “Cando me puxen a elo xa me coñecía os planos de memoria e tiña reflexionado moito sobre cada peza”, admite. Comienza entonces la construcción de su particular hangar en el alpendre de su casa, obra que le llevó 8 meses, y el 24 de mayo del 95 solicita el permiso a la Dirección General de Aviación Civil para construir su Jodel D-92. Ocho meses después recibe una autorización provisional en espera de inspección. Apenas unas semanas más tarde lo visita un ingeniero de Aire que evalúa el proyecto y a la persona que lo pretende realizar, tras lo cual le conceden  la licencia definitiva.
Con los papeles ya en regla José Carlos trabaja de lleno en lo que se ha convertido en una verdadera pasión. Su Jodel D-92 es un avión monoplaza, todo él fabricado en madera, con 7 metros de envergadura -la distancia entre ambos extremos del ala-, 5,50 metros de longitud, un peso de 170-190 kilos, y que alcanzará una velocidad de crucero de 130 kms hora y una máxima de 160. Dispondrá de dos depósitos de combustible, de 25 y 35 litros, que le servirán para recorrer 800 kms más 1 hora de reserva. Nuestro protagonista quedara impresionado por un avión como éste en una de sus visitas a Francia, “cando  vin a un mozo de 30 anos pilotando un modelo igual, feito facía 36 anos, e permitíase incluso realizar acrobacias con él”. Cuando su avión salga a la pista hará el número 778 de este modelo en todo el mundo.        
A la familia le sorprendió la decisión “pero xa sabían da miña afición. En realidade, calquera que me coñecera un pouco podería pensar que tiña que rematar así. Non creo que os meus pais sintan inquietude porque eu voe, é algo que xa veño facendo dende fai anos e están acostumados”.  Sobre lo que le dicen sus amigos admite que procura evitar el tema “porque para min e unha cousa bastante íntima”. De hecho nos confiesa que sus compañeros de trabajo en el Hospital Provincial, donde ejerce de administrativo, no saben nada del proyecto que se trae entre manos. “Cando lle contas a alguén que estás construindo un avión na casa hai miradas raras, como se non o acabaran de crer ou preguntándose se estarei ben da testa”.

Motor de "Escarabajo"
Un Jodel D-92 como el construido por nuestro protagonista
Pero lo cierto es que la pasión le engancha. “Teño o avión á beira da cama. Hai domingos que baixo a por un destornillador e pásome catro horas dentro do taller como nada”. El trabajo debe ser en todo momento minucioso y milimetrado en cada pieza que construye “non só para pasa-las inspeccións correspondentes senón para logo voar e estar seguro no aire. Por eso é moi importante que as solucións que vaias dando sexan correctas e fiables. En cada peza hai un compoñente grande de reflexión, incluso pensando no punto de vista psicolóxico xa que todo debe estar supercontrolado para logo subir ahí arriba e voar tranquilo”.
A estas alturas José Carlos tiene fabricadas ya todas las piezas del ala y de la parte trasera. Empleó en ello maderas pino de Oregón, y en las partes duras haya y contrachapado de abedul de Finlandia. Algunas las consiguió, después de mucho buscar, en talleres de la provincia, pero otras muy específicas tuvo que adquirilas en Madrid o en Francia. En este momento está pendiente de una segunda inspección para cerrar los volúmenes y ponerse a trabajar el fuselaje. El motor será de la casa alemana Volkswagen adaptado de uno de sus vehículos modelo “escarabajo”. El color de que  pintará el avión no lo tiene todavía decidido, “quizáis llo darei a alguén que teña bo gusto para iso” admite.
Sea como fuere José Carlos, aunque no quiera admitirlo, se está gastando un pastón. “Costa o que unha boa moto” nos dice, pero nunca se preocupó de tratar de conseguir algún tipo de subvención “aínda que sei que hai compañeiros por ahí que se moven neso como peixe na auga, pero eu non me desenvolvo ben nese terreo”. Mientras tanto trabaja de lleno en su particular angar esperando poder volar en el verano del 98 “quizáis en Lugo ou ben preto de Valença en Portugal, onde están os aeródromos máis cercanos”. Además procura estar preparado para la gran ocasión y está ya quitando su carnet de piloto privado en el aeródromo de Lugo.
José Carlos Martínez quiere surcar el cielo con un avión construido íntegramente con sus manos. Nosotros, que lo hemos visto, que observamos las piezas que con tanta meticulosidad fabrica, que hemos conocido de su paciencia y pasión, estamos seguros de que lo conseguirá. Al más puro estilo de los hermanos Wright. Ver para creer.             



No hay comentarios:

Publicar un comentario