sábado, 21 de enero de 2017

conversas.com 
"Pepe de Lino"
Meañés "de pura cepa"

El entrañable San Amaro de Meaño volvió a reunir a los lugareños y a un puñado de devotos venidos de fuera, en torno a las misas en la ermita -la más pequeña de O Salnés-, la poxas de productos agrarios y algunos gallos de corral y, por la noche, a los ávidos de los callos, el roscón y la queimada que servía la organización al ritmo de la música del dúo “Marema” bajo la carpa a pide de capilla. Entre los devotos, uno muy peculiar, José Domínguez Méndez, conocido en Meaño como “Pepe de Lino”, que ejerce de todo un peregrino por cuanto desde hace décadas se desplaza en coche desde Madrid cada 15 de enero para degustar los preciados callos. A sus 75 años volvió a cumplir el pasado domingo con la tradición. Lo suyo es pasión.


“VENGO CADA AÑO DESDE MADRID A SAN AMARO POR MI AMOR A MEAÑO”


Pepe de Lino en la fiesta de San Amaro
¿Cuántos años viajando al San Amaro meañes desde Madrid?
Desde 1964 en que me establecí en Madrid. Unas veces vengo con mi mujer, otras solo, en esta ocasión lo hice con mi hermano.
Lo suyo sí que es devoción.
Sí, devoción al santo cuya ermita está justo al lado de la casa donde nací y me crie. Lo hago por una misa, dar una limosna al santo… y en los últimos años por los preciados callos (risas). Pero sobre vengo por amor a Meaño y a sus gentes, es algo que yo llevo muy dentro. Lo que más me ilusiona cada 15 de enero es subir desde Madrid para reencontrarme con los vecinos de mi generación, abrazar a mis amigos y departir con la gente. Mañana mismo cojo el coche y me vuelvo para Madrid.
Pero son 75 años para un viaje tan largo.
Sí, pero yo me siento como si tuviera 30.
En Meaño usted siempre fue recordado por ser el alma de cualquier fiesta con su inseparable trompeta.
En realidad,  empecé tocando el fliscorno en la banda de Meaño con 11 años, cuando dirigía la formación Juan Moldes. Hoy esta banda está plagada de chavales pero de aquella sólo éramos tres. Luego me pasé a la trompeta tocando en orquestas. Más tarde esa inseparable trompeta me acompañó en mi época de engrasador como marino mercante, con ella animaba el barco en los viajes que me llevaron a Estados Unidos, Suecia, Grecia, Angola, Irak… Y también en mi etapa de emigrante en Alemania trabajando en la Simens. Cuando me establecí en Madrid toqué con ella en orquestas de las mejores salas de fiesta y carabets de la capital, compartiendo escenario e finales de los 60 con formaciones como Los Brincos, Fórmula V o Camilo Sesto. Era un gran trompetista, incluso tuve la posibilidad de ingresar en la banda de música de ejército del Aire… pero no quise, yo siempre fui un espíritu libre.

Nuestro protagonista con un vecino de su generación
Respiraba música por los cuatro costados…
Y más… Estudié arte dramático durante tres años con Mº Luisa Prendes, pero lo acabé dejando, porque a mí me gustaba lo cómico. Incluso me saqué el título de entrenador de fútbol y entrené en Madrid a varios equipos. Mi vida ha sido, y sigue siendo, una inquietud constante.
Pero sus viajes a Meaño con ganas de fiesta no sólo fueron a San Amaro.
No. Tengo venido en Nochevieja, a propósito, en tren o en coche, unas veces de improviso, otras de incógnito, llegando de madrugada para liar a Pablo Dovalo, e ir yo con mi trompeta y él con su acordeón a tocarle las “xaneiras” a amigos y vecinos… Y no parábamos con la serenata hasta que los sacábamos de cama y nos abrían la puerta. Mismo una Nochevieja me presenté de madrugada, disfrazado de negro, con la cara toda maquillada y tocando “When The Saints” imitando a Louis Armstron, que era mi ídolo. Y cuando amanecía, vuelta para Madrid.
¿Qué es lo me más le reconforta de este San Amaro meañés?
El contacto con vecinos y amigos, el saber de ellos después de recorrer 700 kilómetros.
¿Viene con alegría y se va con pena?
Así es, porque llevo a Meaño muy dentro. De hecho, vengo con tal ilusión que llego en poco más de cinco horas… pero el regreso me lleva ocho. Es la morriña que llevo dentro.


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