sábado, 28 de enero de 2017

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Maximino Crespo González
Saxofonista meañés

A punto de cumplir los 92 años esta pasada semana fallecía, a causa de una fatídica caída en su domicilio, Maximino Crespo, saxofonista y último exponente de toda una generación de músicos, y al que la que cabía además el mérito de ser la persona de más edad de la localidad de Meaño. En plena posguerra la música había sido un medio para sacar adelante a los suyos. La banda de Meaño, formaciones de charanga y alboradas, y luego el mundo de la orquesta, cualquier formación era buena para salir a flote en unos años duros. El Gran Hotel de A Toxa fue el escenario de sus últimos años de saxofonista con casi los 77 cumplidos. De su mente y su voz salieron algunos de los recuerdos del Meaño que relatamos desde nuestro particular Ventanuco. Por ello traemos hoy a esta sección una entrevista que nos concedía apenas unos días antes de fallecer y que publicamos a modo de homenaje póstumo.

“EN LA POSGUERRA ÍBAMOS ANDANDO O EN BICICLETA HASTA DONDE TENÍAMOS QUE TOCAR”

Maximino Crespo en su casa hace unos días con motivo de la entrevista
Foto Iñaki Abella
Es usted el músico de más edad vivo de la antigua Banda de Música de Meaño. ¿Cómo empezó su pasión por la música?
Me inicie a los 18 años, estudiándola con Roberto Doce, que era maestro, contable, tesorero… y hasta fue director de la banda por aquellos años. Pero aunque todos me identifican con el saxofón, en realidad, mi primer instrumento fue el clarinete, que fue lo que toqué durante los aproximadamente 15 años que estuve en la banda.
Usted tenía once años cuando estalló la Guerra Civil. ¿Que recuerdo tiene de aquel inicio de adolescencia marcado por el conflicto armado?
En Meaño la guerra apenas la sentimos, a no ser por alguna gente que sí estuvo perseguida. Mi único recuerdo fue que en 1939, recién acabada la guerra, mi madre me mandó a oir una al San Benito de Lores. En la ermita me senté al lado de un soldado, con uniforme y todo, recién llegado de la guerra. Y cuando regresé a casa tenía el cuerpo todo lleno de pulgas que me pegara el soldado... Figúrate como lo debieron pasar.
Volviendo a la música: ¿cómo eran aquellas clases de música con Roberto Doce?
Muy exigentes… ¡Tenía un carácter! Hasta había ocasiones en que debía irme sin dar la lección por el cabreo que se cogía.
Recuerda cuánto le costó su primer clarinete?
Lo compré de segunda mano y me costó 50 duros (1,50 euros al cambio de hoy). Era un clarinete de 16 llaves.

Captado por la cámara de Iñaki Abella bailando con su esposa Escolástica
 en las ruinas del baile de Otero, con motivo de uno de nuestres reportajes
¿Por qué se cambió al saxo?
Porque tenía un vecino aquí en Meaño, que era Amancio García, que tocaba el clarinete, el saxo y el violín… Era un músico excelente. Fue escuchándolo a él tocar que el saxo me encandiló para siempre. Cuando me pasé al mundo de la orquesta ya fue para siempre mi instrumento.
Supongo que recuerda aquel primer saxo.
Sí, era un Bucher norteamericano, un saxo alto que me envió mi padre desde Argentina, porque él estaba emigrado para allá. Luego me compré un saxo tenor de segunda mano… Me costó más el arreglo que el saxo en sí, pero me quedó nuevo.
¿Cómo era aquella banda con la que usted tocaba en los años de posguerra?
Era una formación de unos treinta músicos. Vestíamos traje azul y gorra con visera plateada. Tocábamos por toda la comarca: en el San Tomé de Gondar, el San Juan de O Santo, en As Cabezas en Armenteira, en Combarro… Todos ellos, lugares a los que teníamos que ir andando o en bicicleta, porque de aquella no había autobús y cada músico tenía que arreglárselas por su cuenta para llegar y luego volver. Durante años me desplacé a tocar en una vieja bicicleta de segunda mano que pude comprarme con las primeras pesetas que gané en la banda.

En las ruinas del salón de baile de Otero en Meaño. Nuestro protagonista fue el último de una generación de músicos de la posguerra

¿Cuánto cobraba por actuación un músico de la banda por aquellos años 40?
Al repartir tocaba unas 20 o 30 pesetas (entre 12 y 18 céntimos de euros hoy), ¡que eso era dinero entonces!. Cierto que en algunos lugares nos pagaban más, caso de Combarro, a donde todas queríamos ir porque allí nos pagaban la actuación a 50 pesetas por cabeza y, además, si la completábamos tocándole una serenata a Don Bernardino López éste nos premiaba con 5 pesetas más por barba. Y por aquellos años no se ganaban sueldos como lo que nos pagaban en Combarro.
¿Cuál era el sueldo diario de un obrero por entonces?
Calculo que unas 15 pesetas al día.
¿Qué directores de banda recuerda de sus años en Meaño?
Yo empecé a tocar con Daniel González, pero también lo hice bajo la batuta de Roberto Doce, Eliseo Lopo y Andrés Blanco Rebornecho.
¿De alguno guarda especial recuerdo?
Como persona, de Eliseo Lopo, con él hasta salimos algo en autobús a Riveira, Carreira y Palmeira, pero el directo más competente como músico era Rebornecho.
¿La música daba para vivir en la posguerra?
Con la música y el trabajo en el campo compré fincas y saqué adelante a la familia. Aparte de la banda algunos ganábamos algo de cuartos con otras formaciones a modo de charanga con las íbamos allí donde nos llamaban. Con una de ellas recuerdo haber ido a los carnavales de Verín, donde tocamos cuatro días en el baile del Café-Bar Aurora, a razón de 30 pesetas por actuación. Me cansé de tocar porque el trompeta se hizo el enfermo y el otro saxofonista no tocaba nada… y todo el peso recayó en mí.

En la orquesta Columbia, Maximino Crespo, arriba, segundo por la izquierda
Y luego llegó el mundo de la orquesta.
Sí, a finales de los 50 dejé la banda y me metí en la orquesta. Lo hicimos varios… porque se ganaba más dinero. Durante unos años compaginamos banda y orquesta, pero luego Roberto Doce, que era tesorero y director, se opuso y nos acabamos yendo. Recuerdo que en una fiesta de Santa Cecilia, en la que la banda tocaba al salir de misa cerca del pozo de A Canle, tan nervioso estaba por el tema de la expulsión, que no asentó bien la tarima y se cayó de ella mientras dirigía… ¡Casi se parte la cabeza!
¿Fue el mundo de las orquestas el que significó la puntilla para la desaparición de aquella banda de Meaño en los años 60?
Las orquestas y la emigración a América que en los años 60. La emigración se llevó a mucha gente de Meaño, mismo yo probé unos meses.
No me diga que se acabó yéndose a América...
Sí, me fui a Argentina porque allí estaba mi padre. Aguanté ocho meses y me vine de vuelta, aquello no era para mí.

Integrando la Orquesta Melodías, de pie en centro de la imagen
¿En qué orquestas fue saxofonista?
La última fue en la Melodías, pero antes estuve en la Victoria, en la Columbia, en la Ritmo…
¿Cuál de ellas tuvo más tirón?
Con la Ritmo tuvimos muchas actuaciones… Contábamos con un vocalista de Vilagarcía que se llamaba Cadalda, era muy bueno y tenía mucho tirón.
Sus últimas actuaciones las protagonizó en el Gran Hotel de A Toxa.
Sí, allí toqué durante mis últimos años. Éramos una pequeña formación de amigos que actuábamos en él los casi todos los sábados contratados por el Gran Hotel para amenizar, bodas, comidas y picoteos. Los pasábamos muy bien: tocábamos, comíamos… Para nosotros era un entretenimiento, y nos pagaban bien. Mis hijos acabaron por convencerme para dejarlo por la edad… Yo debía tener unos 77 años, pero por mí aún quería seguir.

Era fiel seguido del Festival de Bandas de Meaño
Tiene tres nietos y los tres también tocan el saxofón.
La verdad es que sí, los tres acabaron tocando el saxo, supongo que indirectamente les influyó que el abuelo también lo tocara. A Manolo, el mayor, aún le enseñé yo algo y tocábamos juntos algunas lecciones.
¿Nunca actuó con ellos?
En público no, pero sí alguna vez tenemos tocado algo juntos aquí en casa.
¿Aún coge hoy el saxo?
Ahora apenas. La última vez fue el día de Santa Cecilia de este año que acaba de pasar, aquí en casa… pero aunque sí me acuerdo de las posiciones ya no era capaz de tocar aquellas canciones... Los años no perdonan. Pero echando la vista atrás, y con todo lo que he tocado, creo que quedé como buen saxofonista.



sábado, 21 de enero de 2017

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"Pepe de Lino"
Meañés "de pura cepa"

El entrañable San Amaro de Meaño volvió a reunir a los lugareños y a un puñado de devotos venidos de fuera, en torno a las misas en la ermita -la más pequeña de O Salnés-, la poxas de productos agrarios y algunos gallos de corral y, por la noche, a los ávidos de los callos, el roscón y la queimada que servía la organización al ritmo de la música del dúo “Marema” bajo la carpa a pide de capilla. Entre los devotos, uno muy peculiar, José Domínguez Méndez, conocido en Meaño como “Pepe de Lino”, que ejerce de todo un peregrino por cuanto desde hace décadas se desplaza en coche desde Madrid cada 15 de enero para degustar los preciados callos. A sus 75 años volvió a cumplir el pasado domingo con la tradición. Lo suyo es pasión.


“VENGO CADA AÑO DESDE MADRID A SAN AMARO POR MI AMOR A MEAÑO”


Pepe de Lino en la fiesta de San Amaro
¿Cuántos años viajando al San Amaro meañes desde Madrid?
Desde 1964 en que me establecí en Madrid. Unas veces vengo con mi mujer, otras solo, en esta ocasión lo hice con mi hermano.
Lo suyo sí que es devoción.
Sí, devoción al santo cuya ermita está justo al lado de la casa donde nací y me crie. Lo hago por una misa, dar una limosna al santo… y en los últimos años por los preciados callos (risas). Pero sobre vengo por amor a Meaño y a sus gentes, es algo que yo llevo muy dentro. Lo que más me ilusiona cada 15 de enero es subir desde Madrid para reencontrarme con los vecinos de mi generación, abrazar a mis amigos y departir con la gente. Mañana mismo cojo el coche y me vuelvo para Madrid.
Pero son 75 años para un viaje tan largo.
Sí, pero yo me siento como si tuviera 30.
En Meaño usted siempre fue recordado por ser el alma de cualquier fiesta con su inseparable trompeta.
En realidad,  empecé tocando el fliscorno en la banda de Meaño con 11 años, cuando dirigía la formación Juan Moldes. Hoy esta banda está plagada de chavales pero de aquella sólo éramos tres. Luego me pasé a la trompeta tocando en orquestas. Más tarde esa inseparable trompeta me acompañó en mi época de engrasador como marino mercante, con ella animaba el barco en los viajes que me llevaron a Estados Unidos, Suecia, Grecia, Angola, Irak… Y también en mi etapa de emigrante en Alemania trabajando en la Simens. Cuando me establecí en Madrid toqué con ella en orquestas de las mejores salas de fiesta y carabets de la capital, compartiendo escenario e finales de los 60 con formaciones como Los Brincos, Fórmula V o Camilo Sesto. Era un gran trompetista, incluso tuve la posibilidad de ingresar en la banda de música de ejército del Aire… pero no quise, yo siempre fui un espíritu libre.

Nuestro protagonista con un vecino de su generación
Respiraba música por los cuatro costados…
Y más… Estudié arte dramático durante tres años con Mº Luisa Prendes, pero lo acabé dejando, porque a mí me gustaba lo cómico. Incluso me saqué el título de entrenador de fútbol y entrené en Madrid a varios equipos. Mi vida ha sido, y sigue siendo, una inquietud constante.
Pero sus viajes a Meaño con ganas de fiesta no sólo fueron a San Amaro.
No. Tengo venido en Nochevieja, a propósito, en tren o en coche, unas veces de improviso, otras de incógnito, llegando de madrugada para liar a Pablo Dovalo, e ir yo con mi trompeta y él con su acordeón a tocarle las “xaneiras” a amigos y vecinos… Y no parábamos con la serenata hasta que los sacábamos de cama y nos abrían la puerta. Mismo una Nochevieja me presenté de madrugada, disfrazado de negro, con la cara toda maquillada y tocando “When The Saints” imitando a Louis Armstron, que era mi ídolo. Y cuando amanecía, vuelta para Madrid.
¿Qué es lo me más le reconforta de este San Amaro meañés?
El contacto con vecinos y amigos, el saber de ellos después de recorrer 700 kilómetros.
¿Viene con alegría y se va con pena?
Así es, porque llevo a Meaño muy dentro. De hecho, vengo con tal ilusión que llego en poco más de cinco horas… pero el regreso me lleva ocho. Es la morriña que llevo dentro.


GALERÍA DE FOTOS

Devoción...


Poxas...


...E callos




sábado, 14 de enero de 2017

Después de 15 años de vida la ruta de los molinos del río Chanca que sube desde Lores hasta Armenteira sufre el deterioro del paso del tiempo, con daños y desperfectos de hacen necesaria una actuación urgente para su regeneración. La senda, pese a estar menos divulgada que la Ruta de Pedra e da Auga, se ha convertido en cita para centenares de senderistas que optan por el carácter más intimista que supone su recorrido. La oposición meañesa lleva  más de año demandando su regeneración y el concello tiene en cartera un plan para ello en 2017. Pero mientras tanto, toca seguir esperando.

LA RUTA DEL RÍO CHANCA CLAMA POR SU REGENERACIÓN


Una farola caída en en el tramo Couso-Axis desde hace meses
Un paseo por la ruta de ribera del Chanca desde Lores hacia Simes y Armenteira evidencia los daños del paso del tiempo sobre una senda creada hace quince años y que atrae cada temporada a centenares de visitantes ávidos de la naturaleza y el senderismo. La ruta, de 6 kilómetros de longitud que remonta el Chanca hasta su mismo nacimiento en un manantial terreño de monte en Valboa (Armenteira), sufre un deterioro que evidencia la necesidad de una actuación para recuperar su esplendor.
Así, partiendo de puente de Caxoi en Lores y en su marcha hacia Armenteira, el senderista puede encontrarse en el tramo bajo, entre Lores y Simes, con papeleras rotas, vallas de madera inseguras o caídas, alguna farola en el suelo e incluso la ausencia de un tramo de barandilla en el escalera de acceso al vial de Axís -en las inmediaciones del pontón recién remodelado-, cuyo peligro y riesgo de caída advierte una cinta plástica delimitadora de obras.

Impacto visual
Vallas que no ofrecen seguridad al viandante a la altura de Axís
Un pontón de Axís del que algunos senderistas lamentan el impacto visual que quedado tras su remodelación reciente. Y es que en medio de un paraje natural, donde prima la madera y la piedra antigua de los molinos de río, el senderista, en su llegada al pontón, se encuentra ahora con un grueso arco de hormigón -en torno a 1 metro de grosor- en forma de U invertida que sostiene un puente cuya parte superior sí está recubierta con piedra antigua. Vecinos y senderistas lamentan que esa piedra no recubra también cuando menos fachada de la estructura que sostiene el pontón, para de esta forma evitar el feísmo y hacerlo más acorde con el paraje en que está enclavado, emulando así el anterior pontón, todo él en piedra.
Subiendo de Axís hacia la conocida como “curva do sifón” de la PO 303 en las inmediaciones del cementerio de Simes, se repite la imagen de vallas rotas, otras caídas sobre el río y tablones sueltos en la pontella de “muiño do Pombal”. Luego, en el tramo que asciende desde la PO 303 hacia Armenteira, más agreste y por medio del monte, los daños se traducen en árboles rotos, caídos a cada paso sobre el cauce del río.

Árboles caídos sobre el río subiendo el Chanca
El deterioro de la ruta ha sido uno de los temas recurrentes por parte de la oposición en lo que llevamos de legislatura, en especial de la formación socialista de Icía García que, en reiteradas ocasiones, viene insistiendo en sesiones plenarias en la necesidad de regenerar una ruta “que es todo un emblema para Meaño, y cuyo pésimo estado contribuye a la mala imagen del municipio”. Cierto que las actuaciones de limpieza de la vegetación en los márgenes de la senda y de remodelación alguna estructura caída -caso de una pontella de madera en las inmediaciones de los molinos de Couso- han ido paliando hasta el momento la situación de una ruta que requiere, ahora ya sí, de un plan de completo regeneración. La alcaldesa Lourdes Ucha asegura que el mismo está en la agenda del grupo de gobierno para su puesta en marcha en 2017.
           
23 molinos
El molino de O Crego de Quintáns, uno de los 23 de la ruta. Foto: Rafael Dovalo
La ruta fluvial de Chanca es un trayecto de 6 kilómetros de ascensión con dos partes bien diferenciadas. La primera, más accesible y ascensión más tendida, discurre por un paraje de prados, donde los viejos molinos de río se suceden a cada paso, hasta completar el número de 23 construcciones. Alguno transformado en tasca rural, como el “muiño do Ferreiro”, de propiedad hoy municipal, y otros de gran valor, como el “muiño de Crego”, una construcción cuya existencia está documentada en el siglo XVII, y que a finales del XIX llegó a manos de Miguel Padín “o crego de Quintáns” -de ahí su nombre hoy-. Sus viejas ruinas fueron recuperadas hace unos años por su actual propietario, Pablo Dovalo, quien lo heredó de su abuela cuando el contaba sólo los 3 años de edad, y que creó en su interior una auténtica aula didáctica sobre estas construcciones.
Los trabajos de recuperación en otros molinos del tramo se han venido sucediendo a lo largo de los años. El último se está ejecutando estos días en el molino de A Besada en Simes, merced a un taller de empleo que ha puesto en marcha la Mancomunidade do Salnés, y a través de cual en Meaño se pretende recuperar esta construcción que ya aparecía recogida en el s. XVIII en el catastro del marqués de la Ensenada, propiedad entonces de Ygnacio de la Yglesia.
La segunda parte de la ruta, más agreste, asciende por la zona boscosa, con un río que discurre más encajonado, y donde el encanto se centra precisamente en el propio paraje natural del entorno.
La senda suma además una gran variedad de flora y fauna que la convierten en zona apropiada para el aprovechamiento didáctico por parte de los escolares. Así, sólo en el tramo bajo se han llegado a catalogar 15 especies distintas de árboles (olmos, robles, avellanos, abedules, nogales, castaños, pinos...), 14 de plantas (helechos, trébol blanco, diente de león, menta, ortiga, etc.) y 13 especies de fauna (colirrojo, golondrina, rana, libélula, caracol, trucha, lagarto de agua, etc.) que se añaden a la riqueza etnográfica de los molinos de río y la viejas pontellas.


sábado, 7 de enero de 2017

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Iñaki Orge García
Subcampeón gallego de cetrería

Natural del barrio de Ganón en Xil, es, a sus 45 años, el único cetrero del municipio de Meaño y un recién llegado al mundo de la competición de esta modalidad. Pera su irrupción ha sido tal que en la primera aparición con su águila de harris se ha proclamado subcampeón gallego y finalista del campeonato de España celebrado recientemente en la localidad sevillana de Osuna. Ahora sueña repetir papel en la Copa Ibérica que se disputa en Portugal el último fin de semana de enero. La Xunta acaba de reconocerle además las instalaciones anexas a su vivienda como Núcleo Zoológico. Fotos: Iñaki Abella

“LOS VUELOS DE RAPACES EN LORES TENÍAN UN EFECTO DISUASORIO QUE DURAN LO QUE EL VUELO DEL AVE

Iñaki Orge con su águila de harris
¿De dónde le viene su pasión por las aves?
En el entorno rural en el que crecí y en el vivo, siempre me he sentido atraído por el monte y la naturaleza. Me inicié en este mundillo con un vecino de Xil, Álex García, que es criador de psitácidas, que son todo tipo de aves de pico curvo: loros pagagayos, ninfas, agapornes… Fue así que empecé a criar algunas ninfas y luego, hace cinco años, me hice con mi primera águila de harris de manos de una persona que, a causa de una parálisis medular, tuvo que dejar de trabajar con ella.
¿Qué se entiende por “trabajar” el ave rapaz?
Se entiende el cuidado y el entrenamiento para hacerla a ti. Existen dos teorías sobre cómo hacerlo: una parte, es la de los cetreros que prefieren aves parentales, esto es, que cuando salen del huevo sean cuidadas por sus progenitores, y sólo cuando crezcan pasen a ser adiestradas por la mano del hombre. Y la otra es la de los que prefieren aves troqueladas, que son las criadas por el hombre ya mismo desde que salen del huevo.
¿Y cuál de ellas prefiere usted?
Los loros y demás aves con las que se trabaja en zoológicos con exhibiciones de cara al público es mejor que sean troqueladas. En mi caso, con las rapaces, prefiero que sean aves parentales, yo soy partidario de que el pájaro crezca y empiece a cazar en su estado natural.


Nuestro protagonista con dos ejemplares en su núcleo zoológico
¿Qué aves tiene usted en este momento?
Tengo una pareja de harris, un colarroja, un búho real, dos lechuzas, un cernícalo americano y un  peryan.
¿Requieren muchos cuidados?
Lo primero que precisan es una buena alimentación, lo cual hago a través producto congelado suministrado por distribuidores autorizados que me sirven codorniz, pollo de un día o cría de rata. Y luego, lo que requieren es tiempo: yo salgo con ellas todos los días con ella al monte que tengo aquí al lado de casa para hacerlas volar, lo que me supone dos o tres horas diarias, es pura pasión, en vez de pasear un perro por el monte, paseo águilas.
Veo que tiene también unas instalaciones acondicionadas.
Sí, para criar un cierto número de aves se precisan de unas instalaciones adecuadas. De hecho en mi caso acabo de recibir estos una inspección de la Xunta que ha dado su visto bueno para declararlas “núcleo zoológico”, es algo que llevo un año tramitando y que es difícil de lograr.


Cetrero y ave en una simbiosis perfecta


En cuanto a competición este ha sido su primer año.
Sí, cada año en el mes de octubre empiezan los campeonatos de caza de escape, basados en la suelta de un faisán al que el ave rapaz del cetrero tiene de dar caza. Me estrené en ellos con “Musa”, que es mi hembra de harris, por primera vez este año y me hice con el subcampeonato gallego de la modalidad celebrado en Órdenes. Semanas después clasifiqué para la final del campeonato de España, final en la que éramos cinco, entre ellos tres gallegos: el lucense y campeón gallego José Guizán Trastoy, Evaristo Rodríguez y yo.
Lo suyo ha sido “llegar y besar el santo”.
Sí, en mi caso fue así. Pero, sobre todo, fue un logro fue para la cetrería gallega el clasificar los tres para la final teniendo en cuenta que aquí, en un monte de pinos y eucaliptos, no disponemos de espacios para la caza libre como en la Meseta, donde cuentan con espacios inmensos en los que las aves de los cetreros cazan liebres casi todos los días, mientras que en Galicia únicamente las sacamos volar, que no a cazar.

Iñaki Orge en plenso adiestramento con Musa, su águila de harris
¿No existen entonces espacios de caza en Galicia?
No, en este campo en Galicia estamos muy limitados. En ausencia de estos espacios, lo que yo trabajo con mi águila de harris es el que dé alas para que se muscule, y para ello lo que hago es salir al monte todos los días con ella, incluso cuando mudan la pluma, que es un momento en el que algunos cetreros no quieren que vuelen. Luego, de vez en cuando, solicitamos autorización y nos trasladamos al monte de A Curota donde le hacemos un escape a faisán, a modo de una sesión de caza real.
¿Cuál es el secreto de un buen cetrero?
La dedicación y el entusiasmo… ave y cetrero se fusionan de tal forma que, para mí, el pájaro se convierte en la prolongación de uno mismo.

Un primer plano de Musa
¿Y cuál es el peso idóneo de un águila de harris como la suya a la hora de competir?
Cada cetrero debe buscar el equilibrio justo, ahí está uno de los secretos para la competición. En mi caso el peso de “Musa” es de 1,3 kg. y para competir le bajo eses peso a 1,09. El ave tiene que sentir hambre para volver al puño del cetrero, pero yo no soy muy partidario de bajarle ese peso en exceso porque puede restarle fortaleza.
Hace unos meses los vecinos de Lores clamaban porque los cuervos les comían las espigas de maíz en las fincas. Ante ello la administración remitió a la zona un cetrero para hacer volar las rapaces y espantar a los cuervos. ¿Qué le puede decir a los afectados? ¿Es realmente efectiva esta solución?
Lo primero que cabe reseñar es que no eran cuervos, que sí son aves protegidas, sino cornejas comunes. La solución aplicada, tal y como se hizo, efectiva no es. Las águilas cazan lo que el cetrero le enseñe, por lo que, para cazar cornejas, tienes que haberlas instruido previamente para ello. Los vuelos de rapaces en Lores sólo tenían un efecto disuasorio que duraba lo que el vuelo del águila, no más.

El cetrero meañés poniendo fin a su jornada de adiestramiento con Musa
O sea que no les da muchas perspectivas a los afectados por aquellos daños cara próximas cosechas.
En lo tocante a solución aplicada, no, porque para que sea efectiva, la presencia del ave rapaz en la zona tiene que ser continuada. Es el caso de lo que ocurre en los aeropuertos…
¿En los aeropuertos?
Sí, todos los aeropuertos cuentan con un servicio de cetrería, disponen de instalaciones propias para los pájaros y cetreros profesionales que trabajan allí los 365 días del año. Su misión es hacer volar las rapaces a diario para disuadir a otros pájaros de las inmediaciones. De esta forma garantizan la seguridad de los aviones en el momento del aterrizaje y el despegue.
¿Y no se ha planeado usted alguna vez el poder vivir de esto?
No, para nada, yo tengo una profesión al margen, lo mío con la cetrería en pura pasión.