lunes, 18 de enero de 2016

GENEROSAS RACIONES DE CALLOS TOMAN LA NOCHE DEL SAN AMARO MEAÑÉS

Manolo Vila, uno de los vecinos asiduos cada año en la fiesta
Los callos reinaron en la gélida noche de sábado -apenas 4 grados- del San Amaro meañés y sirvieron para calentar los estómagos del centenar de vecinos, seguidores fieles en su mayoría, que desafiaron al frío para disfrutar de la fiesta a pie de la pequeña ermita. Y es que la de San Amaro, que abre el calendario festivo del año en este municipio, es una fiesta humilde, sin pretensiones, que la convierten en un evento singular.
Lejos de los focos, de los escenarios sobre plataformas de camión, los watios de sonido, las grandes carpas, los fuegos, la cartelería y los magnos presupuestos, el San Amaro meañés, divulgado en sencillas fotocopias, se resuelve con un dúo musical en un escenario de tablas conformado sobre palés de madera que apenas levanta cuatro palmos del suelo, una simple guirnalda de luces, una rústica carpa al abrigo de la capilla, y un presupuesto que apenas llega a los 1.500 euros -para dos jornadas-, dinero que aportan los vecinos, los donativos del santo y las “poxas” de las ofrendas que brindan los devotos.

Isidoro Fontán en la "poxa" de una de los gallos
"Poxas" peculiares
Unas “poxas” variopintas las de sábado, en las que se subastaron desde cuatro excelentes gallos de corral -uno de ellos se adjudicó en 53 euros- hasta kilos de cacahuetes, pasando por bolsas de naranjas -lo más recurrente este año-, cebollas, limones, calabazas, licores, y vinos Rías Baixas. Precisamente una de las pujas altas fue para un “Bastión de Luna”, Rías Baixas tinto, de 1,5 litros, que se adjudicó en 37 euros. Se trata de “poxas” familiares en que el medio centenar de meañeses congregados se siente en la obligación moral de llevarse algo para casa dejando con ello un donativo al santo. Tan familiares que incluso uno de los vecinos que se adjudicó un bizcocho por 22 euros lo dejó como donación para la fiesta “y poder comerlo todos juntos por la noche” añadió.

Vecinos dando buena cuenta de los callos
Dos ollas de 50 kilos
Y precisamente por la noche la parte gastronómica de la fiesta comenzaba pasadas las 22 horas. Unas empanadas sirvieron de aperitivo para el plato estrella del evento, los callos, que entraban en el recinto en dos grandes ollas que al peso suponían 50 kg. Con un alto en la música la organización -integrada por una decena de personas, en su mayoría mujeres jóvenes- comenzaba a servir las generosas raciones, que muchos se atrevieron a repetir, aunque también hubo quien los evitó, pretextando lo calórico del plato o, tal y como comentaba una meañesa, “porque son pesados y me sientan mal por la noche”.
Y para redondear la fiesta se elaboraron en el recinto dos grandes queimadas -con 8 litros de aguardiente- que se dispensaron en pequeños vasos para acompañar los postres a base de roscón, bizcocho y galletas, todo servido de forma gratuita entre el centenar de vecinos congregados.
El baile con coreografías en las que participaba todo el público sirvió como terapia para digerir la cena de una fiesta donde, esta vez, quien se mantuvo en la sombra fue el cura párroco José Manuel Taibo, otrora cicerone del evento pero que en esta edición se apartó un tanto: “se trata de delegar en esta gente joven que lo está haciendo tan bien -explicó-, suyo tiene que ser el protagonismo de esta fiesta”.

Posdata
Comisión de San Amaro
Desde este particular Ventanuco os nosos parabéns polo traballo e o bo facer da comisión organizadora. Ela (que caramba! que eran maioría) eran este ano: Ari, Maite, Janet, Elena, Bea, Marta, Nuria, José Luis, Eli, Cristian e, como sempre, Sandra. Ah! E o párroco Xosé Manuel que, aínda que na sombra, estivo un ano máis aí... pero sin bendecir os callos!!!. Deles foio o mérito de que esta festa sega a ser o que é: a da xente.


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