domingo, 21 de diciembre de 2014


Como en un cuento de navidad pero al languidecer el verano, la historia cierra su círculo con final feliz. La búsqueda vital de los orígenes meañeses de la argentina Estela Domínguez Rivarossa se ha completado. Tras una paciente investigación POLO VENTANUCO dio con los descendientes de su familia aquí, a los que ella creía perdidos. Estela Domínguez cruzó el océano y, de nuestra mano, puso por primera vez en su vida pie en Galicia y en Meaño para conocerlos.

EL REGRESO DE LOS DOS EULOGIOS
(EPÍLOGO)


El segundo Eulogio baila con nuestra protagonista de niña
POLO VENTANUCO fue punto de encuentro, inicio y fin en esta historia cálida entre dos orillas que comenzaba hace algo más de un año, pero cuyos orígenes se remontan un siglo atrás. Nuestra protagonista lanzó su botella al mar que la corriente, siempre caprichosa, acabó por arrimar a esta orilla. “Sigo con pasión cada semana -decía aquel primer mensaje suyo- las historias que cuentan desde su particular Ventanuco. Mi abuelo…” y así empezaba el relato de una historia de emigración, de un pasado de ausencias.

Estela Domínguez en su llegada a la estación de autobuses
de Pontevedra
Fue a partir de aquí cuando comenzó a este lado del océano la búsqueda de los vestigios de la historia de los dos Eulogios, tarea ardua que nos llevó de puerta en puerta, de voz en voz, indagando una referencia, un nombre, un recuerdo si acaso nebuloso entre los más viejos del lugar. La investigación dio frutos en noviembre de 2013 al encontrar los descendientes vivos de la familia de Estela Domínguez en Castrelo y Xil. Alentada por este descubrimiento nuestra protagonista viajó por primera vez a Galicia para conocer esta parte de su familia y pisar la casa y la tierra de sus antepasados. Esta traductora de inglés de 61 años lo hizo el pasado mes de septiembre, cuando languidecía el verano, acompañada de una amiga de toda la vida. “En realidad -aseguraba al llegar, con emoción contenida-, es como un viaje de retorno porque siento que conmigo han viajado los dos Eulogios, que fueron mi abuelo y mi padre, más mi abuela, que un día dejaron Dena para labrarse la vida al otro lado del océano”. “Siento -continúa- que he regresado en su nombre y lo hice gracias a ustedes que dieron con mi familia acá”.

Hace un siglo
El primer Eulogio (Domínguez Méndez), con sombrero
en el centro arriba en una foto de 1916 en Argentina
Esta historia había comenzado un siglo atrás. Justo en el año 1914, cuando estallaba en Europa la I Guerra Mundial, el primer Eulogio, -el Domínguez Méndez- que era el abuelo de nuestra protagonista, fue el primero de la saga en emigrar a Argentina para “hacer las Américas”. En Dena dejaba esposa e hijo recién nacido en su casa del barrio de Vilarreis. Regresó enfermo a Dena para morir el 1 de agosto de 1920. Apenas unos años después su viuda, Dolores García Pardellas, le siguió en la aventura americana, pero su único hijo, “el Eulogio junior” -Domínguez García-, con tan sólo cinco años de edad, se quedó en Vilarreis al cuidado de su abuela Josefa Pardellas -“la molinera”- y de una joven tía Divina. En 1929 Eulogio Domínguez García fue reclamado por su madre y con 15 años dejó Dena para trasladarse a Argentina. Madre e hijo no regresaron nunca y el contacto con su familia acá se perdió al cabo de los años. Ella falleció en la otra orilla de océano en 1965, él lo hizo en 1994.

Estela Domínguez delante de la iglesia de  la Peregrina
Estela Domínguez aguarda nuestro encuentro en la estación de tren de Pontevedra junto con su compañera Paqui Ramos, malagueña ella hoy y amiga de infancia en Argentina -donde se crió-. Solícita, Estela nos pide visitar primero la iglesia de la Virgen de la Peregrina, cuya imagen viajó en postal para Argentina con el segundo Eulogio. Primera carga de emotividad. Luego, viaje para Meaño por el vial costero, a través de Combarro, para tomar la PO 303 en Samieira, con parada posterior en el mirador de la parte alta de esta localidad para contemplar la ría. Entrada en Meaño a través de Simes y visita obligada a un segundo mirador, con vistas al valle, antes de bajar hacia Dena. Aquí nos pide detenerse ante la iglesia. Una foto, una caricia solitaria en la piedra. Segunda carga de emotividad. Retomamos viaje mientras se escucha de fondo la canción de “El Abuelo” en la voz del Alberto Cortez. Hospedaje. Una semana por delante para empaparse de Meaño.
Sus días en Dena los pasó Estela Domínguez con su cámara en ristre tratando de aprehender cada detalle en este viaje de vuelta a sus orígenes: en los paneles de localización de las carreteras, en cada cruceiro, en cada piedra antigua que conducía al barrio de Vilarreis… Sus gafas de sol disimulaban una emoción, unas veces contenida, otras espontánea y abierta. “En estos días que estoy en Dena -reconocía- quiero recorrer cada camino, cada senda, hablar con la gente, empaparme de cada paisaje, de cada detalle que pudo haber sido vivencia y luego recuerdo de mi padre y de mis abuelos.”

El primer contacto con la casa de sus
ancentros en Vilarreis
En la vieja casa
Guiada POLO VENTANUCO la primera visita que rinde al día siguiente es al barrio de Vilarreis para conocer in situ la vieja casa de las Pardellas, que fue la de sus antepasados, vendida hace medio siglo y que todavía se conserva hoy en estado ruinoso. Embargada por la emoción posaba su mano en la pared y la recorría con toda su palma, mientras murmuraba palabras en recuerdo a los suyos. En la mochila, muchas fotos, vídeos y ahora un fragmento de piedra de la vieja casa que cogió con sus manos y que portará en su maleta de regreso a Argentina.
Al salir del barrio pide detenerse en el cruceiro de Morouzos, que da entrada a Vilarreis, para posar su mano sobre el peto de ánimas de parte inferior del varal. “Este fue el último gesto de mi padre al salir de Dena -explica-, ¡me habló tantas veces de él!: posó su mano sobre este peto y, mirando hacia atrás en el camino, donde estaban la abuela y la tía Divina despidiéndose, murmuró: “volveré, seguro que volveré un día, si bien la verdad luego no lo hizo nunca”. “Aún no me explico -lamenta Estela Domínguez- por qué razón mi padre no quiso venir a Galicia antes morir, cuando yo trataba de animarlo y estaba dispuesta a hacer el viaje con él”. “Creo que tal vez -continúa- temía no encontrar nada de lo que fue su infancia acá, y yo sé que murió con esa angustia de no haber regresado, mal sabía él que la casa estaba en pie y que aún quedaba familia acá”.

En el cruceiro de Vilarreis, rememorando el gesto
del segundo Eulogio antes de partir
Con Dolores Vázquez, hija de Lorenzo, el amigo
de infancia de  su padre (Eulogio Domíngez García)






















Testimonios
Nuestra protagonista fue conociendo a los vecinos que recuerdan -la mayoría por segundas referencias dado el tiempo transcurrido- a su familia. Entre ellos Dolores Vázquez, hija de Lorenzo Vázquez, fallecido hace 16 años y que fuera el gran amigo de infancia de su padre Elogio Domínguez García. “Quiero que sepas -le dijo Estela Domínguez- que mi padre habló hasta sus últimos días de Lorenzo y de sus travesuras juntos en Vilarreis cuando eran unos críos”.

Con Carmen Naveiro, que recordaba a Josefa Pardellas
El único testimonio directo de la bisabuela, Josefa García Pardellas, se lo aporta Carmen Naveiro quien, postrada en una silla en su habitación, hace gala de una memoria extraordinaria a sus 90 años: “la señora Pepa -le dijo-, que así la conocíamos aquí, vivía de comprar grano de maíz, lo molía y llevaba luego la harina a lomos de un caballo hasta O Grove para vender”. “Yo la recuerdo salir de casa a primera hora de la mañana -continúa- con el mandil tapando la bacinilla, porque de aquella no había baño en las casas, para verter el contenido del orinal en la cuadra del caballo”. Una Josefa Pardellas que no se casó pero que, según antiguos documentos leídos por Estela en este encuentro, tuvo en realidad cinco hijos de los cuales sólo sobrevivieron dos. Los datos que ella aportaba en este encuentro concluían que un vecino de Abuín, Juan Naveiro, habría estado vinculado afectivamente con Josefa Pardellas y algún hijo -o hijos- habrían nacido de esta relación. “Cuando se hizo mayor -agregaba Carmen Naveiro- la señora Pepa se fue a vivir con su hija, que se casara en Castrelo, porque la otra hija -a la sazón, abuela de Estela Domínguez- se había marchado para América”.

Momento del rencuentro con Divina García
en Castrelo
Reencuentro familiar
Aquella hija con la que se trasladó a vivir Josefa Pardellas era Divina García -la tía Divina-, quien tuvo once hijos, de los cuales viven hoy tres: Serafín, Gumersindo y Divina González. Nuestra protagonista Estela Domínguez -hija única del matrimonio de Eulogio Domínguez con Noemí Rivarossa- nunca conoció esta parte de la historia hasta que en noviembre de 2013 se la desvelamos. Fue entonces cuando se mostró decidida a viajar para conocer a los que eran sus primos. Pero primero conoció a Serafín por cuanto él también emigrara a Argentina a finales de los años 50. POLO VENTANUCO los puso en contacto allí y ambas familias se reunieron en un feliz reencuentro. Hoy mantienen una relación frecuente.
En este viaje a Galicia, Estela conocía a los otros dos primos acá. Primero, en un emotivo encuentro, a Divina González y su familia en O Couto de Abaixo en Castrelo, luego a Gumersindo González “Tucho” y su esposa en O Pazo en Xil. Estela cargaba en su mochila fotos, manuscritos, fichas con el árbol genealógico de la familia, regalos traídos desde Argentina... Entre estos últimos, entregó a su prima Divina un rosario de la virgen de Luján y una cruz en plata. “Esta cruz -le explicó- fue lo único que se llevó de Dena mi abuela Dolores cuando emigró y que yo conservo, pero quiero que partir de ahora la tengáis vos y vuestros nietos para que recuerden que en Buenos Aires tienen otra parte de la familia”.

Reencuentro con Gumersindo y Lola en su casa de Xil
Divina García la recibió diciendo “volviste, volviste! Yo que no sabía de ti… que nunca supimos una de la otra…” Poco a poco brotaron recuerdos. Dentro, en una pequeña sala contigua a la cocina, Divina le mostró un reloj de pared que conservaba de la casa de Josefa Pardellas en Vilarreis y que Estela Domínguez acarició emocionada. Más tarde en Xil, la mujer de Gumersindo, Lola, al ver las fotografías que le mostraba lo reconoció: “sí, este era el sobrino aquel del que tu madre hablaba siempre, Eulogio, el que se fue para América. Ella tenía un retrato suyo enmarcado en la pared, lo veneraba tanto que no quería que nadie lo tocara”. Gumersindo se  lamentaba en la despedida: “viniste y te vas… es triste -le decía-. Nosotros somos muy mayores y nunca iremos allá, esto ha sido un instante, nunca más existiremos el uno para el otro, es una pena”.
Nuestra protagonista reconocía sentirse conmocionada por lo vivido “porque ha sido mucho tiempo anhelando este momento y la acogida ha sido encantadora”. “Es dulce -continúa- escuchar hablar en gallego acá, el idioma en el que mi papá en Argentina me repetía cada palabra en la forma en que se decía en la aldea”. Cierto que le sorprendió de solo se hablase en el rural “porque vi que en Vigo -donde nuestra protagonista pasó unos días en compañía de Mª Xosé Porteiro, quien fuera portavoz del grupo socialista en materia de Migraciones y de Igualdad- todo se habla en castellano”.

El último gesto
Colocando la llave en la puerta en el gesto de despedida en la casa de Vilarreis
Mas antes de regresar un último gesto. Una postrera visita en la intimidad a la casa de Vilarreis en cuya cerradura de la puerta dejó una vieja llave que portaba en su mochila de viaje. “Cuando fallecieron mi padres en Argentina -explicaba- su casa fue vaciada por completo, yo lo había donado todo a un hogar para mujeres maltratadas, algo con lo que mi madre Noemí siempre había estado muy sensibilizada”. “Al regresar a la casa, ya completamente vacía -continúa-, encontré en el suelo esta pequeña llave que se había caído: era del ropero de mi padre, y la guardé. Era un objeto que él tocaba todos los días cuando se disponía a vestirse. Yo quiero que esta llave quede ahora en su casa de Dena, como un gesto de que él ha vuelto al fin de alguna forma también acá”.
Antes de regresar a Argentina Estela Domínguez pasaba el otoño en Málaga junto con su compañera Paqui Ramos, e incluso realizaba un viaje por tierras griegas. Eso sí, reconoce que dejar Dena y Meaño, donde había permanecido una semana, le resultó difícil “porque en este corto espacio de tiempo, metida en la iglesia de Santa Eulalia de Dena, caminando por los caminos, hablando con la gente, me sentí por un momento una meañesa más, es una sensación de como si en realidad hubiera estado siempre acá, de que esta es también mi tierra y mi gente”. En la despedida, de pie, mientras cerramos nuestro particular Ventanuco, nuestra protagonista no puede evitar las lágrimas. Feliz Navidad.

(NOTA: LEMBRA QUE PODES PARTICIPAR NA ENQUISA QUE APARECE 
NA MARXE DEREITA ARRIBA DE TODO)

Si quieres conocer los capítulos anteriores de esta serie pincha en los siguientes enlaces:

CAPÍTULO I: La historia de los dos Eulogios: una botella tirada el mar

CAPÍTULO II: Los dos Eulogios... la botella en puerto

CAPÍTULO III: Los dos Eulogios: el reencuentro

Y si lo que prefieres es ver un pequeño vídeo con momentos evocados en este reportaje pincha en el siguiente enlace:

VÍDEO: Estela Domínguez en Meaño


Otras fotografías que ilustran esta historia...

"Aquí estoy, Galicia...!" (foto tomada en el alto de Samieira, camino de Meaño)


Con su amiga Pqui Ramos en el mirador de Simes


En la iglesia de Dena


Frente a la vieja casa de Vilarreis


Como su bisabuela Josefa Pardellas, sentada a la puerta de casa


La piedra de casa de recuerdo para llevarse
en su maleta a Argentina


Con Divina García y su familia en Castrelo. En primer término a la derecha, el viejo reloj de la casa de las Pardellas


Con Carmen Naveiro, pasado y presente




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